En la presente entrada, reproducimos el reportaje aparecido en la fecha en el Diario Clarín, realizado al director de cine Gustavo Fontán, con motivo del inminente estreno comercial de su último filme, El Árbol, el próximo jueves 1º de febrero.
Recuperar el tiempo (por Laura Gentile)
El director de "El árbol", estreno del jueves, habla sobre su relato íntimo rodado en la casa de sus padres
Más que una película, El árbol funciona como ejercicio zen. Con un argumento mínimo —una pareja vive en una casa con dos acacias, una de ellas seca— la película logra profundidades esenciales. Es como si quitando la trama y los sucesos quedara simplemente la vida y sus actos: la lluvia, la florcita cortada para el florero, el arreglo de una lámpara vieja, el paso de las estaciones. Actos mirados de tal forma que conmueven.
A días de su estreno (el próximo jueves), su director Gustavo Fontán (egresado de la carrera de Letras de la UBA y la ENERC) lo explica así:
"Yo venía de dirigir La costa errante en España, esa experiencia me hizo pensar qué cosas valía la pena mirar". Fontán creía que en esa mirada se podía recuperar el asombro ante las cosas del mundo, "las cosas más cercanas pero que uno deja de ver", acota. La película lo logra.
Todas las acciones de estas personas mayores (acciones que se toman su tiempo) no hacen más que reflejar (por oposición) el ritmo desaprensivo de la vida actual. "Nosotros queríamos hacer una película —cuenta Fontán— con un núcleo narrativo mínimo y un conflicto claro que a su vez avanzara pero que tuviera muchas fisuras donde mirar. Sabíamos que lo que iba a estar privilegiado no era la acción sino la mirada".
¿No puede darse esa mirada esencial en una película más narrativa?
Sí, claro, sólo digo lo que me pasó a mí. Sí, me parece que el privilegio de la acción tal como está planteado en el cine contemporáneo deja muy poco espacio para el espectador. El espectador es cautivo de un montón de efectos pero finalmente siempre es tranquilizado. Ese relato hegemónico domestica la mirada, si no me asombro ante el mundo no puedo cuestionarlo y por lo tanto no puedo modificarlo.
¿Y qué querías mirar especialmente en tu película?
Hay una idea del paso del tiempo que no me parece que sea nostálgica sino realista. En la medida que uno entiende la idea de la muerte y del envejecimiento, la vida se vive de otra manera. El poeta jujeño Jorge Calvetti dice: "para que sea tu vida más profunda y más hermosa mirala con dolorosa mirada de despedida".
Todo lo contrario a lo que ocurre hoy con la obsesión por la juventud eterna y las cirugías...
Claro. Se trata de ocultar. Un rostro que habla de los años vividos es bello, en cambio otro ocultado en su verdadera esencia es feo.
¿Creés que eso lo tenían más claro las generaciones anteriores?
Un poco sí, aunque no se puede generalizar. También lo tienen más claro en otros lugares. Por ejemplo, estuve viajando bastante a Entre Ríos y uno llega y le cambia el tiempo.
¿En qué momento de su vida uno se da cuenta que vive por un montón de necesidades falsas, que son pura construcción del mercado?.
La película (que en abril competirá en el Festival de Tribeca de Nueva York) se filmó durante dos años, dos o tres veces al mes. Los protagonistas son los propios padres del director, Julio Fontán y María Merlino, quienes no tuvieron ningún problema en mostrarse ante cámaras. "Un día les dije 'vamos a venir a filmar' y ellos me preguntaron '¿quiénes van a actuar'?".
Laura Gentile
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario