domingo, 18 de marzo de 2007

Próximos pasos...

Hace casi dos meses ya del estreno, y EL ARBOL sigue en cartel. Para todos nosotros es una gran alegría ya que estamos convencidos de que una película se completa con el público. Ese encuentro con el otro es una renovación de muchas cosas: reflexiones, entusiasmos, convicciones.

Hay como un conjunto de circunstancias que quedan en el ámbito de lo privado: llamados o correos de personas desconocidas que después de ver la película sintieron deseos de contarnos algo.
Estos mensajes llegan y ocurren día a día, y son como una gran caja de Pandora, nos sorprenden, completan nuestra visión del mundo.

EL ARBOL tiene ahora nuevos desafíos por delante. Por un lado, llegará a varias ciudades del interior del país a través de los Espacios INCAA.

Por otra parte, competirá por el premio al mejor documental iberoamericano en el próximo Festival de Guadalajara (22 al 30 de marzo), y un mes después competirá en el Festival de Tribeca en Nueva York.

Quería aprovechar para agradecer a todos los que nos alentaron. Muchas gracias.

Gustavo

martes, 6 de marzo de 2007

"El árbol" entra en su sexta semana

Quiero compartir una excelente noticia con todos los lectores del Blog, pero especialmente con los miles de espectadores que regaron las raíces de "El árbol" con su presencia en las salas, porque de estos últimos es el verdadedo mérito.

Gracias a ellos el filme ha ingresado en su "sexta semana" de proyección ininterrumpida desde su estreno... Y algo más, que no estaba en los cálculos iniciales: un importante cine, el Village Recoleta, ha decidido sumarse al proyecto, y en breve incluirá el filme dentro de su programación.

Espero que la próxima vez que estemos en contacto sea para contarles una novedad aún mejor.

Gustavo Fontán

jueves, 15 de febrero de 2007

"El árbol" ingresa en la tercer semana

Algo más de 4.000 espectadores durante las primeras 2 semanas de exhibición, ha sido hasta ahora el saldo del estreno comercial del último largometraje de Gustavo Fontán.

Esta cifra, elevada para un producto verdaderamente independiente como lo es el cine de Fontán, nos habla de la existencia de un público ávido de propuestas artísticas diferentes que dice presente cuando la ocasión lo amerita.

El árbol se continúa proyectando en los cines Hoyts Abasto, Cinemark Palermo, Gaumont y Tita Merello.

El árbol, a Tribeca





VIERNES, 22 de diciembre de 2006

"El árbol", el filme argentino elegido para el festival de Tribeca

Buenos Aires. La película argentina “El árbol”, un bellísimo filme de Gustavo Fontán, que invita a reflexionar sobre el paso del tiempo y describe momentos de una pareja que discute sobre la conveniencia o no de cortar un árbol, fue seleccionada para participar del próximo Festival de Cine de Tribeca, Estados Unidos.

La película de Fontán, cuyo estreno en Buenos Aires está previsto para el 1 de febrero de 2007, se verá en la sección Documentales de la sexta edición del prestigioso festival creado por el actor y director Robert De Niro, que se desarrollará en Nueva York entre el 25 de abril y el 6 de mayo próximos.

El árbol” fue exhibida la semana pasada durante la muestra de cine europeo y argentino Pantalla Pinamar y antes había competido en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) y participado en el Festival Internacional De Cine de Polonia, entre otros certámenes.

En este documental con recursos ficcionales el director se inspiró en la poesía de Juan L. Ortiz para retratar a sus padres en su casa de la localidad bonaerense de Banfield, donde pasan sus días discutiendo sobre cortar o no una vieja acacia que amenaza con caerse frente a la puerta de su hogar.

Durante un año y medio de rodaje, la cámara de Fontán acompañó a sus familiares en sus rituales cotidianos, en sus diálogos y sus silencios, y extrae de sus actos mínimos la misma delicadeza metafísica que recorre la obra de Ortíz.

“Ésta es esencialmente una película sobre el paso del tiempo. Me parece que toda la película es memoria. Memoria más cercana y memoria más lejana. En la casa de mis padres buscamos imágenes, objetos y sonidos que estaban estrictamente en mi memoria”, indicó el cineasta en diálogo con Télam.

¿Y cómo se planteó filmar esas cosas?.

"Sabíamos que íbamos a mirar lo cotidiano, pero que había que mirarlo de tal manera que pudiera trascender. Nos parecía que sin exhuberancias, ni demasiadas pretensiones, la mirada debía ser poética. Es decir, cargar de belleza lo cotidiano o encontrar la belleza que tiene." (Télam)

martes, 6 de febrero de 2007

El árbol de la vida (Crítica publicada en www.solesdigital.com.ar, el 23-1-07)

Título original: El árbol. Dirección y Guión: Gustavo Fontan. Protagonistas: Julio Fontan y Maria Merlino. Producción: Stella Maris Czerniakiewicz. Dirección de Fotografía y Cámara: Diego Poleri. Dirección de Sonido: Javier Farina. Montaje: Marcos Pastor. Duración: 65 minutos. Argentina, 2006.

Por Magalí Nieva magalin@gmail.com


La nueva película de Gustavo Fontan cuenta la sencilla historia de un matrimonio durante su vejez. Hermosos planos, y el sincretismo de fotogramas que logran narrar más que un intrincado guión.

Este filme es recomendable para quienes gustan del arquetipo del cine independiente y para quienes por suerte desconocen el término. Fontan eligió a sus padres como protagonistas, un dato interesante que no escapa a las reglas de este premiado cine. Actores no profesionales, locaciones reales, tiempos realentados, planos pensados, y un tema sencillo pero universal.

El cine de Fontan muestra las pequeñas cosas importantes de la vida común, y tiene un especial interés por la vejez y las relaciones personales en los barrios que todavía conservan esa tranquilidad que la ciudad destruyó. Así también habla sobre el tiempo y su paso, el curso de la vida, y de cómo una situación puede dar vida y muerte al mismo tiempo.

No sorprende que un cineasta vuelva al tema más elemental del "kine" como lo es el movimiento y la documentación del inmaterial cronos. El "esculpir en el tiempo" no es fácil, pero Fontan lo logra con "El Árbol", ya que consigue que el espectador viaje, se conmueva y también piense, que no es poco para esta época de dragones 3D y televisión refritada.

http://www.solesdigital.com.ar/index.html 23/1/2007

Reportaje a Gustavo Fontán (Reporter, 30-1-07)

Filme de Gustavo Fontán "El árbol" indaga sobre la vida y la muerte


Por Laura Lunardelli

A través de la metáfora de la vida y la muerte de dos acacias, la película de Gustavo Fontán "El árbol" indaga sobre la vida y la muerte de los seres humanos.

Versos del poeta Juan Ortiz preanuncian la trama del filme: "¿Hay entre los árboles una dicha pálida, final, apenas verde, que es un pensamiento ya, pensamiento/fluido de los árboles, luz pensada por estos al anochecer?".

Una pareja mayor, los padres del director (Julio Fontán y María Merlino), son filmados en su propia casa natal del barrio de Banfield, en el Gran Buenos Aires. Discuten sobre la conveniencia de cortar o no la vieja acacia que crece enfrente de la puerta de su hogar.
"Todas las circunstancias de la película son reales. Se parte de dos acacias que están en la puerta de la casa natal; una de ellas parece muerta. Mis padres saben que se está hablando de sus vidas y de la proximidad de la muerte", explicó el realizador.

Sobre la inclusión de sus padres no-actores como protagonistas del filme, Fontán explicó, entre bromista y realista, la decisión: "Son padres muy obedientes y casi no hubo que convencerlos. Les dije que íbamos a rodar una película y que no iba a haber de parte de ellos necesidad de actuar".

El realizador comentó a Reporter que la filmación llevó unos dos años, dado que era de especial interés "la indagación sobre el paso del tiempo".

Fontán también dio detalles sobre la financiación de su filme. "Se logra con el sueldo de uno y algún pequeño aporte como el de mi largo anterior (Donde cae el sol)"... -confió-.
"...La película fue rodada en video; la encerrona vino después en la posproducción. Entonces la apuesta fue que la película fuera invitada a festivales, para poder ir al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y solicitar un adelanto del subsidio y, así, poder ampliarla a 35 milímetros y hacer la mezcla de sonido".

Igualmente, para Fontán un presupuesto mínimo no es sinónimo de un filme mínimo. "Cuando se habla de presupuesto chiquito en la realización de una película se ve como un déficit, pero no es un déficit en tanto sea el presupuesto que requiere la película. La pregunta es cómo se hace con bajo presupuesto para generar una estética que no delate el bajo presupuesto. Por esto el cine no debe perder su capacidad de experimentación".

domingo, 4 de febrero de 2007

"El tiempo que pasa" (Diario Perfil, del 4-2-07)

Por Juan Carlos Fontana

La película de Gustavo Fontán está hecha de pequeños fragmentos de una intimidad compartida, entre dos personajes que pasaron la barrera de los sesenta, y para quienes el tiempo se vuelve lento, profundo e indescifrable.

Los actores son los padres verdaderos del director, y la casa fue la que lo vio nacer. "El árbol" es ficción pura hecha silencios, de una laxitud que dispara hacia zonas infinitas del pensamiento, porque redescubre que en una simple acción cotidiana, puede esconderse parte de una filosofía de vida.

Con elementos del documental, Fontán concretó un film tan íntimo como personal. Su intención es hablar sobre el tiempo y la finitud de las cosas, con fotografía e iluminación.

viernes, 2 de febrero de 2007

Un poema sobre el tiempo y la muerte (Crítica; Diario Página 12, del 2-2-07)

El cuarto largometraje de Gustavo Fontán se mueve entre la vigilia y el sueño.

Por Horacio Bernades

Se diría que es el sueño, y no la realidad, el que rige tonos, tiempos, el modo en que las imágenes de El árbol se escancian e intercalan. Así lo explicita (sin el menor subrayado, dejando que sea el espectador quien lo advierta) una escena en que la protagonista anuncia que se va a dormir, tras lo cual se sucede una breve serie de imágenes cuasi fantasmales, intangibles, desligadas de todo hilo narrativo. Sin embargo, todavía, esas imágenes son lejanamente reales y concretas, como suelen serlo las de los sueños.

Y eso que, se supone, El árbol sería algo así como un documental, en el que los padres del protagonista discuten si talar o no una vieja acacia, situada al frente de su vieja casa de Banfield. Eso sería todo, y sin embargo es casi nada: lo que parece interesarle a Gustavo Fontán (Buenos Aires, 1960) no es tanto la imagen visible como la latente, esa que se vislumbra entre un plano y otro. Expresión, tal vez, de otras fronteras: la que está entre la vigilia y el sueño, entre lo tangible y lo inaprensible. ¿Entre la vida y la muerte?

Cuarto largometraje de Gustavo Fontán (contando documentales, ensayos experimentales y películas de ficción, films estrenados e inéditos), El árbol es uno de esos diamantes frágiles, luminosos y casi secretos que cada tanto el cine argentino entrega, y de los que películas como Hamaca paraguaya y Porno son muestra reciente. No hay una sola imagen de El árbol que no haya sido tomada de la realidad. Es más: el entorno, la argamasa con la que Fontán trabaja, es fácilmente adscribible a un realismo barrial argentino, con casas viejas, patios, glicinas, la presencia de los vecinos y la cocina como núcleo cotidiano.

Si en su punto más bajo ese realismo pare el costumbrismo (el propio Fontán había quedado atrapado ahí, en su hasta ahora único largo de ficción, Donde cae el sol, de 2002), aquí el realizador hace la operación inversa y lo eleva hasta la abstracción, con un simple procedimiento de mirada. El procedimiento consiste en observar el detalle mínimo antes que el hecho, lo que queda fuera del campo de acción en lugar de lo que ocupa el centro, aquello que suele darse por conocido y sin embargo una mirada distinta puede iluminar como si fuera nuevo.

El método queda claro de entrada, antes de los títulos incluso, cuando se ve a la sesentona María (María Merlino, madre del realizador) realizando el más banal y mecánico de los rituales: colgar ropa en el patio. Al filmarlo en planos-detalles (el broche, la mano que lo engancha, la brisa que acaricia la ropa, las gotas que caen sobre el piso) de pronto, súbita y milagrosamente, ante los ojos del espectador colgar la ropa ha pasado a ser algo distinto. ¿Ha pasado a ser qué? Básicamente, una cadencia casi musical de tempos y de luz, en la que el modo en que el rayo del sol incide sobre el plano y el tiempo en que cada plano se expone y se entrelaza con los que lo siguen y anteceden lo es todo. Suite visual y musical en 65 minutos, no es que El árbol no tenga temas de los que hablar. Muy por el contrario.

En principio está la cuestión de la acacia, que no es una sino dos. Dos acacias contiguas, plantadas frente al hogar de los Fontán, de copas entrelazadas. Dos acacias tan viejas como los dueños de casa, que están en esa edad en la que se mira pasar el tiempo (como sucede sobre todo con él, con Julio), se vive entre recuerdos de muertos queridos (como es el caso de ella, de María) o se proyectan viejas diapositivas sobre la pared (como hacen ambos). María quiere podar la acacia seca. Julio se resiste a hacerlo y riega la corteza carcomida en primavera, como si el tronco no estuviera invadido ya de hormigas y babosas. “Me parece que lo que pasa con tu abuelo es que como plantó el árbol cuando nació tu papá, no quiere tirarlo abajo”, le dice María al nieto, cuyo padre podría ser (o no) el propio realizador.

Si un tema discurre claramente a lo largo de El árbol es el tiempo. Y su primo, la muerte. El tiempo está presente en la piel apergaminada de María y Julio, en el modo lento en que los pies de ella se arrastran por los pasillos, en la manera en que él revisa su museo de anteojos personales y no logra encontrar el que usa, en el canturreo de la voz de ella, cuando recuerda su reiterado sueño de todas las noches o enumera el nombre de los parientes que ya no están. Pero también en el modo en que el agua con la que se baldea el patio se filtra lentamente entre las lajas, desparramándose como si fuera el tiempo mismo. ¿Puede llegar a ser profundamente sobrecogedora la simple imagen del agua discurriendo en todas las direcciones, como sucede aquí? ¿Por qué, en tal caso? Difícil precisarlo, pero daría la sensación de que la delicada manera en que Diego Poleri persigue el sol y sus reflejos, los sonidos captados por Javier Farina y los planos que Marcos Pastor funde y encadena como acordes tienen todo que ver con ello.

El árbol se abre con una muy pertinente cita del poeta entrerriano Juan L. Ortiz, sobre el que el realizador prepara un próximo trabajo. Del mismo modo, ha filmado ya documentales sobre los poetas Jorge Calvetti y Jacobo Fijman, sobre Marechal y Macedonio.

Es posible que El árbol –que se exhibe en cuatro salas porteñas, en impecables copias de 35 mm– no necesite hablar de poesía, simple y definitivamente porque lo es.

Puntaje: 9
Argentina, 2006.
Dirección y guión: Gustavo Fontán.
Fotografía: Diego Poleri.
Intérpretes: Julio Fontán y María Merlino.

"El árbol" (Crítica; Diario La Nación, 1-2-07)

El árbol (Argentina/2006). Guión y dirección: Gustavo Fontán. Fotografía y cámara: Diego Poleri. Montaje: Marcos Pastor. Sonido: Javier Farina. Con Julio Fontán y María Merlino. Presentada por Primer Plano. Hablada en español. Duración: 65 minutos. Calificación: para todo público.

Por Claudio Minghetti

Entre críticos de cine y escritores existen dudas lógicas acerca de la posibilidad de adaptar literatura sin traicionar su esencia que es, precisamente, literaria. En esas largas y, por lo general, improductivas discusiones queda en claro que es infrecuente descubrir adaptaciones fieles a la narrativa literaria, menos todavía es probable que la poesía pueda ser trasladada del papel a la pantalla sin perder todo su encanto.

Pero ¿qué pasa si por lo contrario es el cineasta el que se propone apostar fuerte a un lenguaje cinematográfico poético? Parece imposible que una pintura, o la obra de un pintor, puedan ser llevadas al cine. Sin embargo, Víctor Erice logró hacer cine de acuerdo a las obras de Antonio López, al deslumbrar con la precisión con que en El sol del membrillo trasmite las obsesiones del artista hasta las últimas consecuencias. En El árbol , Gustavo Fontán no adapta obra literaria, poesía o pintura alguna, sin embargo consigue reflejar, como en un poema o una pintura, la poesía que el tiempo, de manera inexorable, imprime a los rostros y a los cuerpos, en este caso los de sus padres, igual que a los árboles.

La obra de Fontán tiene un registro que podría definirse como documental pero, a la vez, queda en claro que es una representación de la realidad en la que sus padres, María y Julio intercambian posturas opuestas frente al destino de un par de acacias plantadas en la vereda de su casa, en Banfield. Uno de esos árboles, según la conclusión de la mujer, está seco, no tiene futuro; y puede ser peligroso para los que caminan por allí. Para su esposo, que lo plantó cuando nació uno de sus hijos, ese mismo árbol tiene todavía esperanzas de seguir vivo.

Trabajo obsesivo

"¿Hay entre los árboles una dicha pálida,/final, apenas verde, que es un pensamiento/ya, pensamiento fluido de los árboles,/luz pensada por estos en el anochecer?" dice un poema de Juan L. Ortiz (de El alba sube , 1937), con el que Fontán abre su relato, el que cumple la función de abrir camino a su propia metáfora acerca del paso del tiempo en esos seres queridos y aquel árbol, los mismos que lo acompañaron en su niñez y juventud.

Fontán recurre al esquema de Erice en El sol del membrillo al tomar apuntes acerca del discurrir del tiempo. Mientras el cineasta español siguió cuerpo a cuerpo a López mientras tomaba como modelo a un membrillo del jardín de su casa tal como era iluminado en un momento preciso, trabajo que se convirtió para uno y otro en una obsesión, el argentino sigue a sus padres y esos árboles, de acuerdo con las diferentes luces y colores de las cuatro estaciones, en un rodaje que duró dos años: los acaricia con su mirada.

Es en ese punto en el que tiene protagonismo la sorprendente fotografía de Diego Poleri que consiguió tanto en la primer copia digital (vista en el Bafici) como en la actual fílmica (que demoró más de seis meses en terminar), un singular registro de los verdes vegetales, de los claroscuros y del juego expresivo de las luces sobre los rostros. También tiene papel protagónico la banda de sonido, sus ruidos apenas perceptibles, las voces, el agua que fluye de diferentes formas, responsabilidad de Javier Farina.

En El árbol no hay palabras de más ni de menos, tampoco imágenes que no cumplan un papel dentro de un todo que se va completando y ajustando minuto a minuto, y cada reflexión tiene que ver con la excusa elegida por el director para hablar del paso del tiempo, un tema que le preocupa, como a todos, incluso más que la muerte.

Fuente: diario "La Nación"
Más información: www.lanación.com.ar

El detalle es algo inmenso (Suplemento "Ñ", 27-1-07)

En esta entrada se reproduce la crítica de Raquel Garzón, publicada en el Suplemento "Ñ", del Diario Clarín, del ppdo. 27-1-07. Amplíe la imagen cliqueando sobre ella para una mejor lectura.


Últimas imágenes del ocaso (Diario Clarín - 1-2-07)

"El árbol", de Gustavo Fontán, logra transmitir el inexorable discurrir del tiempo con un bello lenguaje poético.

Miguel Frías
mfrias@clarin.com

No hay, en El árbol, un solo plano que no transmita la dolorosa belleza de lo efímero. Tampoco que nos resguarde de ella. Esta película de Gustavo Fontán, cargada de melancolía crepuscular, captura, a través de detalles cotidianos, el irremediable devenir del tiempo. Sin manierismos ni metáforas "trascendentales", en una aproximación serena, intensa, minuciosa, artesanal: a veces angustiante, siempre poética. El ocaso de la vida, sí, pero sin tragedia: conmovedor y natural como un lento atardecer de verano.

Mary y Julio, los padres de Fontán, viven —han vivido sus largas vidas— en un casona centenaria de Banfield. En la puerta, se entrelazan dos acacias plantadas por Julio décadas antes. Una de ellas languidece en un estado indefinido entre la vida y la muerte. Aunque sus ramas, secas, se sostienen en la copa de la otra y le dan a Julio la esperanza de que pueden rebrotar. Mary tiene una perspectiva distinta: dice que el árbol está muerto, que hay que talarlo. Su marido, que pasa todo el filme reparando objetos, hace preparados y los derrama sobre la raíz agonizante. Su mano acaricia la corteza del tronco erosionado: tierna obstinación que Fontán (hijo) logra transmitir en un mero plano.

El tiempo pasa también para la pareja, aunque la rutina instale una falsa sensación de eternidad. La casa empieza a poblarse de fantasmas. El pasado regresa en un sueño de Mary, en una diapositiva que la pareja proyecta en una pared, en el rumor de voces de una lejana reunión familiar. Julio no encuentra sus anteojos y se prueba otros de una caja antigua; el mundo se vuelve súbitamente borroso, descalibrado. Hasta los muertos queridos van perdiendo sus contornos. Pero persisten, persistirán, inolvidables.

Los sonidos y silencios de la casa se articulan fluidamente —en lírica asincronía— con planos detalle de objetos. El obsesivo tic tac de un reloj de pared, la mecánica melodía de una cajita musical, los truenos sacudiendo vidrios, la lluvia picoteándolos, el crepitar de maderas: elementos sonoros que alcanzan para transmitir nostalgias y presagios. El árbol no tiene canciones, pero su lenguaje es profundamente musical, como el de una buena poesía.

La película, de bajo presupuesto y absoluta independencia autoral, muestra un rigor técnico y estético infrecuente en cada uno de sus rubros. Mezclando elementos documentales y ficcionales, Fontán prescinde del relato convencional y procura (logra) generar sensaciones que se completan en la mente del espectador. En las imágenes fragmentadas, a veces veladas, cercanas y fantasmagóricas, las partes sugieren un todo: pinceladas de artista. La paleta del realizador trabaja con los tonos y las luces de las cuatro estaciones del año. Al final, uno siente, físicamente, la dolorosa hermosura del ocaso.

domingo, 28 de enero de 2007

Más sobre "El Árbol" (La Nación, 27-1-07)

Nota pulicada por el diario La Nación, Sección Espectáculos, de su edición del 27 de enero de 2007. Autor: Claudio D. Minghetti

Metáfora del paso del tiempo

Llega a las salas esta obra que se mostró con buena repercusión en dos festivales

A pesar de ser cineasta en un país donde la independencia y el público acotado que pueda responder a esas propuestas, al menos en el cine, no siempre son bien vistos, Gustavo Fontán no parece inquietarse demasiado, ni siquiera una semana antes del estreno de su última película. Se trata de El árbol , que presentó hace casi un año, y con éxito, en la competencia oficial argentina del Festival de Buenos Aires, y en diciembre en la muestra Pantalla Pinamar, que llega a cinco salas de Buenos Aires, el próximo jueves.

Para Fontán, el cine es un viejo conocido. Hace poco más de una década se le ocurrió lanzarse como realizador con el corto Canto del cisne , sobre el poeta-loco Jacobo Fijman. Sin embargo, su relación con la poesía y la literatura siguió creciendo. Después llegarían otros encuentros, con Macedonio Fernández ( Rito de paso ), Leopoldo Marechal ( La batalla de los ángeles ) y con el jujeño Jorge Calvetti ( El paisaje invisible ). En marzo, probablemente, entre en la etapa final de un nuevo trabajo sobre Juan L. Ortiz.

En El árbol, el director reunió a sus padres, en la casa de Banfield en la que él mismo creció. Son ellos, María (Merlino) y Julio (Fontán) quienes intercambian ideas y discuten acerca de qué es lo que harán con una acacia que ella afirma se está secando mientras que él piensa (al tiempo que recuerda que la plantó cuando nació uno de sus hijos), que todavía tiene alguna esperanza de seguir en pie. El árbol es una metáfora acerca del discurrir del tiempo, de la vejez, de lo que para el mismo Fontán significa observar a sus padres desde su propia madurez.

La película, rodada originalmente en formato digital, fue ampliada a 35 mm., una tarea que ocupó a su director buena parte de 2006 ya que, según sus propias palabras, en diálogo con LA NACION, la transcripción " debía preservar la idea de fotografía que buscaba", la que encontró en muchas de esas escenas donde los silencios, los roces, las miradas, subrayan el peso del tiempo.

"Teníamos muy en claro la idea original, pero no toda la película. Nos planteamos un rodaje que iba a durar dos años, no por que nos faltase dinero para hacerla ni por nada parecido. Quería filmar en todas las estaciones: en el primer año, lo hacíamos uno o dos días por mes, armábamos, pensábamos y así volvíamos filmar dos días, para seguir la misma rutina. ¿Por qué el segundo año? Sabía que cuando terminásemos, por ahí nos faltaba una secuencia de otoño, y no quería rodarla en cualquier momento sino en otoño. Cada estación tiene su luz y su color. Así fue todo, tanto lo que se ve, como lo que ocurre detrás de cámaras, funciona de la misma manera", explica.


El mundo como relato

"Cuando rodábamos fue muy bueno detenernos a observar, y volver a maravillarnos, con las cosas del mundo, como si uno constantemente estuviera maravillándose sólo con lo que ve por TV. Uno puede pensar el cine como relato, pero también es bueno pensar el mundo como relato. En la medida que nos hacen creer que hay una mirada transparente, no hay nada que pensar o cuestionar, perdemos cualquier capacidad crítica. Si la perdemos frente al mundo, perdemos la capacidad de modificarlo. Nos queda la queja, que es improductiva, que no genera acción. Esta forma diferente de pensar el mundo está detrás de El árbol" , asegura el director.

Dice Fontán que su meta es mostrar "Cómo ante un mismo suceso hay posiciones diferentes: uno puede verlo de manera realista, y el otro, puede con igual realismo hacerlo con fe. Lo humano es lo singular, lo diferente, la reacción propia, lo «no tal cual», lo «no exacto» o copiado". "El mundo es en relación a nosotros -piensa en voz alta-, y por eso es difícil de acceder de una manera completa al otro. Por eso, para cada uno, ese objeto significa cosas diferentes, porque hay depositadas memorias. Quería hacer una película absolutamente personal e íntima y mi equipo tenía que ayudarme a lograrlo. No podría haber filmado otro árbol ni los fantasmas de otra casa, con los que conviví, porque están cargados de sensibilidad", asegura.

"Queríamos hacer una película sobre el paso del tiempo y nos preguntábamos cómo podíamos conseguir que ese discurrir se convierta en un lenguaje. Convencí a mi equipo de que teníamos que filmarla como si estuviésemos pintando con capas de acuarela, superpuestas, con colores, texturas y sonidos, para acceder no a la acción sino a las tramas."

Claudio D. Minghetti

viernes, 26 de enero de 2007

Reportaje a Gustavo Fontán (Diario Clarin, 26-1-07)

En la presente entrada, reproducimos el reportaje aparecido en la fecha en el Diario Clarín, realizado al director de cine Gustavo Fontán, con motivo del inminente estreno comercial de su último filme, El Árbol, el próximo jueves 1º de febrero.

Recuperar el tiempo (por Laura Gentile)
El director de "El árbol", estreno del jueves, habla sobre su relato íntimo rodado en la casa de sus padres

Más que una película, El árbol funciona como ejercicio zen. Con un argumento mínimo —una pareja vive en una casa con dos acacias, una de ellas seca— la película logra profundidades esenciales. Es como si quitando la trama y los sucesos quedara simplemente la vida y sus actos: la lluvia, la florcita cortada para el florero, el arreglo de una lámpara vieja, el paso de las estaciones. Actos mirados de tal forma que conmueven.

A días de su estreno (el próximo jueves), su director Gustavo Fontán (egresado de la carrera de Letras de la UBA y la ENERC) lo explica así:

"Yo venía de dirigir La costa errante en España, esa experiencia me hizo pensar qué cosas valía la pena mirar". Fontán creía que en esa mirada se podía recuperar el asombro ante las cosas del mundo, "las cosas más cercanas pero que uno deja de ver", acota. La película lo logra.

Todas las acciones de estas personas mayores (acciones que se toman su tiempo) no hacen más que reflejar (por oposición) el ritmo desaprensivo de la vida actual. "Nosotros queríamos hacer una película —cuenta Fontán— con un núcleo narrativo mínimo y un conflicto claro que a su vez avanzara pero que tuviera muchas fisuras donde mirar. Sabíamos que lo que iba a estar privilegiado no era la acción sino la mirada".

¿No puede darse esa mirada esencial en una película más narrativa?

Sí, claro, sólo digo lo que me pasó a mí. Sí, me parece que el privilegio de la acción tal como está planteado en el cine contemporáneo deja muy poco espacio para el espectador. El espectador es cautivo de un montón de efectos pero finalmente siempre es tranquilizado. Ese relato hegemónico domestica la mirada, si no me asombro ante el mundo no puedo cuestionarlo y por lo tanto no puedo modificarlo.

¿Y qué querías mirar especialmente en tu película?

Hay una idea del paso del tiempo que no me parece que sea nostálgica sino realista. En la medida que uno entiende la idea de la muerte y del envejecimiento, la vida se vive de otra manera. El poeta jujeño Jorge Calvetti dice: "para que sea tu vida más profunda y más hermosa mirala con dolorosa mirada de despedida".

Todo lo contrario a lo que ocurre hoy con la obsesión por la juventud eterna y las cirugías...

Claro. Se trata de ocultar. Un rostro que habla de los años vividos es bello, en cambio otro ocultado en su verdadera esencia es feo.

¿Creés que eso lo tenían más claro las generaciones anteriores?

Un poco sí, aunque no se puede generalizar. También lo tienen más claro en otros lugares. Por ejemplo, estuve viajando bastante a Entre Ríos y uno llega y le cambia el tiempo.
¿En qué momento de su vida uno se da cuenta que vive por un montón de necesidades falsas, que son pura construcción del mercado?.

La película (que en abril competirá en el Festival de Tribeca de Nueva York) se filmó durante dos años, dos o tres veces al mes. Los protagonistas son los propios padres del director, Julio Fontán y María Merlino, quienes no tuvieron ningún problema en mostrarse ante cámaras. "Un día les dije 'vamos a venir a filmar' y ellos me preguntaron '¿quiénes van a actuar'?".

Laura Gentile

jueves, 18 de enero de 2007

Acerca de "El Árbol" (Revista "Haciendo Cine", enero de 2007)

En esta entrada reproducimos la crítica aparecida en la Revista "HACIENDO CINE" del mes de enero de 2007, realizada por Guido Herzovich.

Se recomienda ampliar la imagen, clickeando sobre la misma.


domingo, 7 de enero de 2007

"El árbol" - Gacetilla de Prensa

"EL ARBOL"
Una película de
GUSTAVO FONTAN

Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, 2006
Competencia Argentina


Festival Internacional De Cine de Polonia
Sección Era New Horizons

Muestra de Cine Argentino, Uruguay

Festival Tandil Cine

Festival Internacional de Cine Pantalla Miramar

ESTRENO COMERCIAL: 1º DE FEBRERO DE 2007

"¿Hay entre los árboles una dicha pálida,
final, apenas verde, que es un pensamiento
ya, pensamiento fluido de los árboles,
luz pensada por estos en el anochecer?"

Juan L. Ortiz


- Sinopsis -

Frente a la casa de MARÍA y (67) y JULIO (69), hay dos acacias, muy viejas. Sus ramas están enlazadas y parecen formar una sola copa. Una de ellas tiene toda la apariencia de estar seca. Cuando llega la primavera y reverdecen, no es posible distinguir si las hojas crecidas son de uno o de los dos árboles.

MARÍA y JULIO discuten: ella cree que está seca y que hay que tirarla abajo; teme que se pueda caer sobre alguien. Él duda, cree que no está muerta todavía, y la riega, como en un acto de fe. JULIO plantó esa acacia cuando nació uno de sus hijos y no le es fácil admitir lo que MARÍA dice.

Enlazada con este conflicto se teje la vida de dos personajes en una casa de más de cien años. La visita de algún vecino, una fiesta, los recuerdos y los fantasmas, la lluvia y los sueños, las acciones reiteradas día a día, las estaciones, las variaciones de las luces y de las sombras, construyen la trama, para que todo, silenciosa e irreversiblemente, nos hable del paso del tiempo.

- Sobre el proyecto -

La cercanía emocional

“La casa donde se filmó la película es mi casa natal, en Banfield, un barrio del Gran Buenos Aires, levantada por mi bisabuelo hace más de cien años, y MARÍA y JULIO, los protagonistas de EL ARBOL, son mis padres. Los árboles, las dos acacias, son parte de mi propia vida ya que, desde que tengo conciencia, estuvieron allí, como un símbolo del paso de los días y de las estaciones: el verdor de las hojas en la primavera, el resplandor luminoso de sus copas después de una lluvia en el verano, la caída de las hojas, cercana a su explosión en ocres y amarillos, la negritud de las ramas -espectrales a veces- en el invierno. Ya que la intención de la película es más poética que narrativa, considero importante esa cercanía emocional con los elementos del relato -no por una intención autobiográfica, que no la hay- sino porque me permite explorar en sensaciones, imágenes y sonidos, con más claridad”.

Poetizar lo cotidiano

“Aunque el conflicto -la discusión sobre si el árbol está seco o no- estructura el relato, le da cuerpo, la mirada se detiene y penetra en las cosas más simples: la sombra de una planta, las señales del nacimiento del viento o de la lluvia, el silencio de JULIO, los sueños de MARÍA, o las acciones cotidianas, como hacer la cama o la comida, colgar las sábanas lavadas, o barrer el patio.
Creo que hay algo de eterno en el pequeño suceso, en la modificación íntima, en las alteraciones de lo que vive y es rozado -siempre y de manera natural- por la muerte. Los ciclos, el paso del tiempo”.

Tratamiento estético

“La luz, la atmósfera de cada estación, era parte constructiva de la estética. El tiempo hecho pura instancia física. Por eso, el rodaje se realizó a lo largo de todas las estaciones del año. Las jornadas eran muchas veces la caza de la luz natural apropiada.
El sonido requería un tratamiento específico: partiendo de la referencia había que “extrañarlo”. El rodaje, por lo tanto, tuvo también varias jornadas de captura de sonidos en la casa, es decir un minucioso registro de los péndulos de los relojes, de los
ambientes en las distintas estaciones, de los crujidos de la madera, por ejemplo, para luego trabajar todo lo registrado cuidadosamente en la postproducción de modo que le aporte el clima apropiado a los distintos segmentos de la película.
Las pausas del rodaje, por otro lado, en relación al trabajo con las estaciones, nos permitieron trabajar en el montaje durante un año y medio. Se rodaba y se editaba. Se buscó en el montaje la fluidez en el paso del tiempo, una cadencia en las alteraciones emocionales, una unidad perceptiva y rítmica, y una asociación de objetos en leves metáforas”.

Gustavo Fontán

- Ficha Artística y Técnica -

PROTAGONISTAS: Julio Fontán y María Merlino

Argentina, 2006, 35 mm, 65 minutos

DIRECCION Y GUIÓN: Gustavo Fontán

PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Stella Maris Czerniakiewicz

DIRECCIÓN DE FOTOGRAFIA Y CAMARA: Diego Poleri

DIRECCIÓN DE SONIDO: Javier Farina

MONTAJE: Marcos Pastor


- Acerca del Director -

Gustavo Fontán nació el 24 de diciembre de 1960 en Buenos Aires.
Se graduó en la LICENCIATURA EN LETRAS en la Facultad de Filosofía y Letras de la Univ. de Buenos Aires y en DIRECCION DE CINE en el Centro Experimental de Realización Cinematográfica (ENERC).

Desde 1993 y hasta la actualidad dicta cursos de Guión y Dirección de Cine en el Centro de Investigación en Video y Cine de Buenos Aires (CIEVIC), además de dar clases desde 1996 en la cátedra “Lenguaje Audiovisual” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Durante los años 2002 y 2003 tuvo a su cargo la Cátedra de Guión Cinematográfico en la Carrera de Cine Documental de la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo, y ha dictado talleres y seminarios sobre distintos aspectos del lenguaje cinematográfico en Instituciones como el Centro Cultural Rojas y la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires).

Fuera de Argentina, desde 1996 dicta seminarios sobre Lenguaje Cinematográfico y Dirección de Actores en el CECC (Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña, Barcelona) y ha brindado conferencias en la IULM de Milán, en la Universidad de Navarra y en la Universidad de Minnesota.

Además de dedicarse a la actividad cinematográfica, ha dirigido obras de teatro entre las que se destacan Del maravilloso mundo de los animales: Los corderos, de Daniel Veronese, El despojamiento, de Griselda Gambado; El acompañamiento de Carlos Gorostiza y Ojalá venga pronto el pájaro del río y Umbral para dos solos, éstas dos últimas de su autoría.

En el ámbito de la literatura, ha publicado los libros de cuentos La voz del sospechoso (Corregidor, 1993) y Los días vacíos (1990). Sus textos (poemas y cuentos) han aparecido además en diarios como La Nación y La Prensa., El litoral de Santa Fe y en revistas literarias como Amaru y Puro cuento, entre otras.

Participó también en las antologías Cuentistas premiados y Al filo de la imagen y fue incluido en las trilogías poéticas Esa luz que retoña y Somos.


- Filmografía -

EL ARBOL (Largometraje. 2006. Dirección y Guión)

LA COSTA ERRANTE (Largometraje rodado en España. Producción de Grup Cinema Art, de Barcelona. Será estrenado durante 2007. Guión y Dirección)

EL PAISAJE INVISIBLE (30 min. Documental sobre el poeta jujeño Jorge Calvetti. 2003. Producción, Guión y Dirección. Coproducción con Grup Cinema Art, de Barcelona. Fue estrenado en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. En el Festival de Santa Fe 2003 obtuvo el Premio Especial del Jurado. Participó en los Festivales de Mar del Plata, Lérida y Toulouse, 2004). Fue estrenado en el MALBA; oportunidad en la que también se proyectaron las otras películas sobre escritores realizadas por Gustavo Fontán.

DONDE CAE EL SOL (Largometraje con Alfonso De Grazia y Mónica Gazpio. 2002. Producción, Guión y Dirección. En 2002, participó en el Festival de Mar del Plata, Festival de Olavaria. En el Festival de Lérida, 2003, obtuvo el Premio del Público. Compitió en el Festival de Toulouse, 2003. En el Festival de Viña del Mar 2003, obtuvo el Premio Especial del Jurado. Se estrenó en nuestro país el 19 de junio de 2003)

MARECHAL O LA BATALLA DE LOS ANGELES
(63 min. Documental. 2001. Guión y Dirección. La película contiene las únicas imágenes documentales del escritor argentino Leopoldo Marechal).

RITOS DE PASO (60 min. Video. 1997. Guión y dirección. Trabajo experimental vinculado a la figura del filósofo y escritor argentino Macedonio Fernández).

CANTO DEL CISNE (20 min. 16 mm. 1994, Guión y Dirección. Trabajo de estructura lírica en torno a la figura y la poética del poeta Jacobo Fijman, que vivió 30 años en un psiquiátrico -el Hospital Borda-).

LUZ DE OTOÑO (30 min. 16 mm. 1992. Guión y Dirección.)


- Otros trabajos en cine -

Colaboró en el guión de LA CRUZ DEL SUR (largometraje escrito y dirigido por Pablo Reyero que compitió en el Festival de Cannes, 2003 y fue estrenada en Buenos Aires en el 2004).
En 1994 participó como asistente de dirección en dos documentales producidos por Lita Stantic: MARIQUITA Y PERICHONA (Dirección de Clara Zapettini) y REGINA (Dirección de Laura Búa)

- Críticas -

Revista Variety / Robert Koehler
“La exquisita película alternativa de Gustavo Fontán, El árbol, construye una experiencia resonante (...) la película es un triunfo del cine personal”.

Diario Clarín / Diego Lerer
“En El árbol, Gustavo Fontán recupera ciertos ensayos documentales familiares al poner su cámara en la casa de su familia y lograr una pintura íntima y privada”.

Diario La Nación / Claudio Minghetti
"Fontán consigue emocionar, y mucho, gracias también a la excelente fotografía de Diego Poleri, que (no es exagerado) recuerda a la de "El sol del membrillo".

Página 12 / Horacio Bernades
“El árbol, de Gustavo Fontán, a fuerza de pura observación logra dotar a lo cotidiano de un aura que rodea lo sublime”.

Revista El Amante / Gustavo Castagna
“El árbol es eso: una confianza poco habitual en tempos narrativos, parsimoniosos y cautos, en valiosas y certeras reiteraciones de momentos cotidianos (...) Sin deslizarse nunca por los caminos trillados en este tipo de historias de vida. El árbol expresa su interés a través de un extraordinario trabajo de la cámara y de la luz (...) El triunfo mayor es apelar a una emoción contenida, acaso el camino más complejo de obtener cuando se hace cine”.

Sin aliento (Diario del Festival BAFICI) / Máximo Eseverri
“Nunca una película tan extrema estuvo a la vez tan llena de paz: Fontán realizó este largometraje con sus propios padres de protagonistas y su casa natal como escenario, recorrido con sensibilidad poética y precisión microscópica. El árbol es una película sobre la espera y sobre la muerte, con la habilidad suficiente para evitar ser un film sobre la espera de la muerte”.

Catálogo del BAFICI / Alejandro Ricagno
“El árbol nos roza casi materialmente en su reflexión sobre el paso del tiempo, las ausencias, y el delicado trabajo del cine como pudoroso testigo de nuestra finitud. Como en aquel “olmo centenario” del que hablaba Antonio Machado, El árbol de Fontán es a la vez melancolía de lo que pasa, y celebración de lo que resiste. Como a la espera de “otro milagro de la primavera”, milagro también del CINE que busca una instancia de poesía no declamada, de un soplo que nos roza y nos obliga a remontarnos en nuestra propia, íntima genealogía de memorias”.

Para mayor información, entrevistas y/o material fotográfico por favor comunicarse con la oficina de Prensa & comunicación, Sra. Lola Silberman. Contacto: Marisol Rivas
+ ( 54) 49 42 60 39. E-mail: marisol@lolasilberman.com.ar - Web Site: www.lolasilberman.com.ar
Domocilio: Av. Independencia 2042 - Dto. 2 - CP. 1225 - Buenos Aires - Argentina
Horario: lunes a viernes, de 11 a 19 hs. Se agradece la difusión de la presente información.

lunes, 1 de enero de 2007

Trailer "Donde cae el sol"

"Donde cae el sol" es el título del primer largometraje de Gustavo Fontán. Filmado íntegramente en su ciudad natal, Bánfield, en el gran Buenos Aires, cuenta la historia de amor entre Clara (Mónica Gazpio) y Enrique (Alfonso de Grazia), un hombre 30 años mayor.

Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Argentina (Edición 2002), fue galardonada con el Premio del Público en el Festival de Lérida, España (Marzo de 2003) y con el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Viña del Mar, Chile, del mismo año.

Más información sobre la película se encuentra alojada en Internet Movie Data Base (IMDB)

En esta entrada se puede apreciar el vídeo promocional del filme, fotos de algunas de sus escenas y el poster oficial utilizado con motivo de su estreno comercial (Junio de 2003)