La película de Gustavo Fontán está hecha de pequeños fragmentos de una intimidad compartida, entre dos personajes que pasaron la barrera de los sesenta, y para quienes el tiempo se vuelve lento, profundo e indescifrable.
Los actores son los padres verdaderos del director, y la casa fue la que lo vio nacer. "El árbol" es ficción pura hecha silencios, de una laxitud que dispara hacia zonas infinitas del pensamiento, porque redescubre que en una simple acción cotidiana, puede esconderse parte de una filosofía de vida.
Con elementos del documental, Fontán concretó un film tan íntimo como personal. Su intención es hablar sobre el tiempo y la finitud de las cosas, con fotografía e iluminación.
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